En la siguiente fotografía se puede apreciar claramente que quienes la tomaron y encargaron pretendían que el bebé no mostrara ningún signo de su fallecimiento. Para ello se trabajaron especialmente los ojos, que quizá estén también retocados a mano a posteriori. El efecto es bastante bueno, pero la imagen tiene un toque macabro debido a la carencia de expresión de la cara y la mirada totalmente perdida, bastante impropia en un niño. En las fotos post mortem los cadáveres nunca sonríen, debido a la dificultad evidente de conseguir el efecto tras el rigor mortis, de modo que toda la fuerza de la expresión depende de la calidad obtenida en la mirada.
En esta otra toma el niño aparece sentado en una
silla (algo muy común) y vestido convenientemente. La imagen resulta
artificial, pero no más que el resto de posados de la época en los que
aparecen personas no fallecidas. En esta ocasión, además, y aunque la
expresión no es la mejor de las posibles, la criatura podría pasar
perfectamente por estar viva. Es llamativo lo que se ha cuidado la
postura del cadaver, que incluso tiene las piernas cruzadas.
En ocasiones, sin embargo, el aspecto final dista de
ser convincente, como se puede apreciar en la foto de más abajo. Los
ojos del niño posiblemente se abrieron a mano y después se retocaron
cuando la imagen ya estaba terminada. Sin embargo, su aspecto no es del
todo natural y la expresión general del rostro carece de toda vida, a
pesar de que también se han pintado coloretes. Se aprecia muy bien la
confrontación directa entre la cara del muerto y el observador. También
se ha incluído (extrañamente) un símbolo pictórico, la flor cortada que
refleja la brevedad de la vida.
Comentaba antes que en algunas ocasiones el afán de
los familiares del fallecido por obtener un recuerdo, junto con la poca
habilidad del fotógrafo, daba lugar a imágenes bastantes chocantes y
desagradables. Una de ellas podría ser la siguiente, donde la criatura
no muestra un aspecto especialmente atractivo, debido entre otras cosas a
la causa de su fallecimiento y la pose totalmente desvaída que muestra.
Y lo mismo se puede comentar de esta otra toma, donde
resulta evidente que se esperó más tiempo del necesario para realizar
la foto, con lo que los primeros signos de la descomposición comienzan a
despuntar en el rostro del niño.
En las siguientes tomas se percibe un aire de
calma. El cadaver posee en todo momento una expresión
confiada y de descanso, lo que no causa ningún tipo de turbación en los
observadores. Como se observa, en algunos casos se situaron los cuerpos
de tal manera que su postura no simulara un descanso eterno, sino un
reposo breve, como una siesta. Vuelve a intentarse otorgar vida a los
fallecidos, pero en este caso hay un doble juego de intenciones ya que
su actitud informa perfectamente sobre su muerte (para un observador de
la época, por ejemplo, las fotos serían indudablemente post mortem
aunque nadie se lo comentara). Las composiciones podían ser de diversos
tipos, pero la central resultaba la predominante, lo que, como ya
dijimos, nos confronta directamente con el rosto de los cadáveres.
No era tampoco en absoluto extraño que los padres
aparecieran junto a los niños muertos simulando acunarlos durante su
sueño. Se intentaba, de esta manera, aportar un toque más de naturalidad
a las imágenes y, de paso, mostrar las relaciones de las criaturas con
sus progenitores. Resulta bastante llamativo comprobar la aparente
entereza de los adultos, que siempre se muestran perfectamente
tranquilos, incluso, en algunos casos, sonrientes. Hay que tener en
cuenta la gran mortandad infantil que existía en la época en la que se
tomaban estas fotografías. La gran mayoría de las familias tenía al
menos ocho o diez hijos de los cuales solían fallecer la mitad.
Merece también especial atención la fotografía post
mortem de los personajes religiosos. En general, se los mostraba
sentados o postrados, sin ocultar su fallecimiento, pero casi siempre
con crucifijos o instrumentos similares en las manos y situados en
lugares importantes para ellos. Cuando la personalidad era muy notoria
se tendía a sentarla en la silla que había ocupado a lo largo de su
mandato, a fin de que quedara constancia de su cargo.Sin embargo, a
medida que la fotografía post mortem se popularizó más y más también
pasó a ser cada vez menos variada. Los cuerpos comenzaron a
fotografiarse en los momentos previos a su depósito en el ataud, durante
los velatorios o funerales, y el proceso se convirtió en algo bastante
rutinario hasta los años 30 del siglo XX.
Por ejemplo, en la siguiente imagen, mucho más
moderna que las anteriores, aparecen tres hermanos, habiendo fallecido
el mayor de ellos. En ningún momento se pretende ocultar o disimular el
estado físico del niño postrado, que incluso se presenta con una corona
de flores. También resulta interesante señalar que, al contrario de hoy,
por aquel entonces era tremendamente natural que los niños se
enfrentaran a la muerte de un semejante cara a cara, como ilustra la
fotografía, cosa que más o menos viene a demostrar que los actuales no
deben ser tan traumatizables como quieren darnos a entender, ya que los
de estas imágenes fueron perfectamente capaces de reproducirse y tener
hijos por sí mismos, algunos de los cuales ni siquiera fueron asesinos
en serie.
En esta otra toma el cadáver aparece en posición de
reposo, pero no se ha simulado el sueño. Las flores y los complementos
(que no existían en las otras fotos) fueron incorporándose a lo largo
del tiempo y, en algunos casos, como el que nos ocupa, llegaron incluso
robar protagonismo al retratado.
A pesar de la tendencia general, se realizaron
numerosas fotografías en ausencia de cualquier elemento ornamental, ya
que el desembolso económico, por aquel entonces, podía resultar todavía
excesivo. Estas últimas fotos son más crudas que las anteriores, porque
en ellas se presenta la muerte mucho más desnuda, sin nada que suavice
el carácter frío y triste del momento. La austeridad del entorno tampoco
ayuda gran cosa.
Decíamos antes que allá por los años veinte o treinta
del siglo pasado comenzaron a adoptarse nuevas tendencias que
alcanzaron incluso la fotografía post-morten. De esta forma, los
fotógrafos comenzaron a presentar a los muertos bajo nuevos ángulos y
perspectivas: detalles de las manos o de otras partes del cuerpo, con
desenfoques selectivos muy controlados y realizando primerísimos planos
de ciertas zonas del fallecido, o bien imágenes muy cercanas al
fotoperiodismo actual. Son tomas que en muchos casos resultan
impresionantes por su dramatismo y cuidada iluminación.
Así, la foto que nos ocupa puede considerarse una
toma de transición entre los dos estilos. Posee toda una serie de rasgos
clásicos y, como se observa, es un posado muy aparente. Sin embargo, la
composición resulta totalmente moderna y el juego de luces también. La
actitud del marido es bastante teatral y en conjunto, la imagen posee
más alma.
En la siguiente foto aparece una madre con su hija velando el cuerpo de su
otra descendiente. Los rasgos de la enfermedad se aprecian claramente
en la facellida, que muestra un aspecto totalmente tísico
(¿tuberculosis?). Los gestos de las personas vivas son muy elocuentes y
las miradas de ambas nos llevan irremisiblemente al punto de atención de
la fotografía, magistralmente compuesta.
En la siguiente foto, la que aparece de pie es la fallecida, se ocupaban tecnicas antiguamente para posar de pie a los fallecidos en una foto.
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